El otro día, le leía lo siguiente al periodista castellonense Enrique Ballester: “Ballerina subraya una premisa horripilante: si tienes un sueño, nunca lo abandones, si tienes un sueño, no te rindas hasta que logres alcanzarlo. (…) Donald Trump tenía un sueño: ser presidente de los Estados Unidos de América. David Bustamante tenía un sueño: dedicarse a la canción latina o ligera. Antonio Esteva tenía un sueño: narrar partidos de futbol en horario de máxima audiencia. Trump, Bustamante y Esteva tenían un sueño y fueron a por él, y convendremos en que el mundo sería ahora un lugar mejor si hubieran abandonado sus pretensiones a tiempo”.
Traigo el texto a colación para subrayar y remarcar esa misma idea. Y para hablar de una excepción.
La excepción es Rosalía -sí, otro artículo más sobre Rosalía-. Rosalía con 15 años y siendo estudiante de 4º de la ESO y sin cantar flamenco. Rosalía con sus pintas de adolescente de 2009. Rosalía con su voz aún por educar y con sus movimientos descoordinados.
Rosalía tuvo que escuchar que tenía mucho potencial, pero aún no sabía sacarlo. Al respecto pienso que menos mal que no soy ni lutier, ni cantante, ni musicólogo, porque yo el potencial no se lo veo por ningún lado. En contraste con este comentario, sólo puedo pensar en el jurado como en el ojeador torpe que desecha a un futbolista y que luego éste triunfa.
Madre mía, yo solo pido evolucionar como Rosalía pic.twitter.com/PoBlGq717B
— Ch∆rlie! (@therippercarlos) 8 November 2018
Rosalía dijo que había ido a “aceptar las críticas”. Dijo eso, pero yo creo que mientras lo decía le salían en el cuello unos bultos de rabia sospechosamente parecidos a los que le brotan a Homer en aquel capítulo.
De cualquier modo, el corolario perfecto sería el siguiente: Rosalía, la niña rechazada en Tú sí que vales ahora lo rompe en la gala de [introducir aquí cualquier premio de enjundia internacional]. Y sería perfecto de no ser porque reproduce un poderoso y peligroso mantra.
Rosalía es la excepción y es importante reivindicar esta idea. El mundo está lleno de fracasos y de fracasados. Y no pasa nada. Pasa que hay que educar en la imposibilidad y en la tolerancia a la frustración y en la certeza de que no todos podemos ser futbolistas, cantantes o escritores. Y en que si no consigues algo no es porque no te hayas esforzado lo suficiente: hay mil factores y el esfuerzo es sólo uno de ellos.
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