Estamos ante una era en la que el Internet es nuestro aliado máximo. Podemos comprar en el supermercado online la comida semanal y te llega a casa sin tener que cargar con las bolsas tú mismo. Ya no hace falta que vayas a la tienda a comprarte ropa. Buscas por Internet, pagas, te la llevan a casa, te la pruebas y si no te gusta o no te vale, la devuelves. Así de fácil. Y todo esto sin moverte.
Las dos mejores cosas del mundo, Internet y los pedidos a domicilio, nos han salvado la vida en muchas ocasiones. Además, se han unido para incrementar nuestro gusto por el pecado capital de la pereza (cosa que nos viene que ni pintado).
Has salido la noche anterior. Es domingo al mediodía y te acabas de levantar. Tienes un resacón de tres pares de narices y te da pereza hasta vivir. Coges el teléfono y llamas para que te traigan a casa algo grasiento que llevarte a la boca y librarte de tener que cocinar. Desde luego así, los días de resaca son mucho más llevaderos.
Domingo por la tarde y estás en medio de una maratón de Netflix. Tienes antojo de dulce pero no serás tú el guapo/a que se vista y baje a la tienda a comprar. O estás en medio de un botellón en casa de unos amigos y el que tenía que traer los hielos, no se ha acordado (como siempre).
Las nuevas app de entregas a domicilio nos traen a casa todo lo que tú quieras sin que tengas que mover ni un dedo. Te traen desde ropa interior limpia (a veces comprar nueva es más rápido que poner la lavadora), entregan por ti un trabajo en la universidad, te llevan las llaves a casa que te dejaste donde tus padres o van a la farmacia a por el antibiótico para las anginas.
A este paso, tendremos repartidores que vengan a por nuestro coche y nos llenen el depósito (odio tener que ir a echar gasolina), que vayan a ampliarnos la zona azul del coche cuando esté de cena por ahí o incluso, les llamaremos para que nos acerquen el mando al sofá o nos traigan el cargador del móvil.
Por eso, podríamos decir que estamos ante una era en la que las nuevas tecnologías nos facilitan la vida. Pero es tal el avance que existe y el abuso que hay de ellas, que ya no tenemos que levantarnos ni del sofá. ¿Nos están haciendo un flaco favor? Parece ser que para hacer algo de ejercicio hay que tener mucha fuerza de voluntad y querer salir a correr (yo no estoy en ese punto todavía).
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