Un nombre (sea elegido por uno mismo o impuesto por unos padres) conlleva una gran responsabilidad. Y abre un surco en el destino. Obliga a seguir equis derroteros. Si te llamas Telesforo, olvídate de ser futbolista; si te llamas Ramón Luis Ayala, no puedes ser reggetonero (¿o sí?); si te haces llamar Snoop Dogg, no puedes no ser animalista.
La historia que legitima esta absurda reflexión es la siguiente: hace unos días se viralizaba un vídeo tan triste como indignante. El dueño de un perro conducía su coche hasta un punto indeterminado y hacía bajar al perro. El ahora exdueño se volvía corriendo al coche y el perro se quedaba rascando la puerta. No hace falta leer más ni seguir viendo el vídeo para saber lo que pasó inmediatamente.
El perro fue encontrado por el personal de rescate y llevado a la Royal Society for the Prevention of Cuelty to Animals. El video salió en todos los medios y no Snoop Dogg no se sintió indiferente al verlo. “Siempre hay lugar en la casa de Snoop”, dijo la estrella de la música.
La adopción no ha prosperado todavía por tres motivos: uno, todavía hay abierta una investigación por su abandono; dos, hay muchas personas interesadas en darle un nuevo hogar; tres, Snoop Dogg vive en Estados Unidos y el perro, en Inglaterra.
P.S: El perro ha sido bautizado con el nombre de Snoop (a falta de la certeza de un nombre mejor).
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