El ser humano tiene la maravillosa capacidad de prometer utopías. Una de las más reconocidas es la de «este año voy a perder los kilitos que he ido acumulando» y ojo, no digo que este 2019 no vayas a ser capaz ¡eh! Yo solo digo que si lo estas prometiendo ahora, es porque seguro has sucumbido a la gula todos estos años. ¡No te culpo! Comer es el máximo placer y quien diga lo contrario estará castigado sin hamburguesas todo el mes.
El caso es que si has pasado por el calvario de estar a dieta sabrás bien que llega un momento en que el hambre casi se materializa. Cuando te suenan las tripas es el ronquido de la gula recordándote que existe, los sentidos se te agudizan más que a todo los de Marvel juntos y eres capaz de detectar los descuentos que te harán comer el doble a mitad de precio… pero tu luchas con fuerza, muerdes el apio, lloras sobre la lechuga y sigues adelante…casi siempre.
¿Te suena? Pues hoy vengo a hablarte de las fases en la relación entre el hambre voraz y tus ganas de echar fuera los michelines. Pero en esta vida millenial, lo que no puedan expresar los gifs no existe, así que vamos a imaginar cómo sería esta relación en una conversación de whatsapp.
Y oye cualquier parecido con mi realidad, es pura coincidencia.
Tranquilo DESSERTor no estas solo. Mañana empiezas otra vez.
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