Michael Prasek, de la República Checa, es un ejemplo y una evidencia de que la persecución de tus sueños es uno de los mantras más peligrosos de nuestra época.
El sueño de Prasek era tener un león y lo compró en 2016. Sus aspiraciones crecieron y pensó en que su nuevo sueño era criar a un león desde cero, así que compró una leona en 2017.
La leona quedó embarazada y la astracanada de Prasek le costó la vida al feto, a la leona, al león y al propio Prasek.
El cuerpo del dueño de los leones lo encontró el padre de éste en la jaula del león –de 9 años de edad–. La primera reacción fue llamar a la policía, que al llegar abatió a los leones –que estaban en jaulas diferentes–. La justificación del agente de la policía fue la siguiente: los disparos eran “absolutamente necesarios para poder llegar al hombre”.
La tenencia –por supuesto ilícita– de estos animales ya fue noticia el año pasado, cuando un ciclista fue atacada por la leona: Prasek la sacaba a pasear con una correa y en algún momento se abalanzó sobre el ciclista.
Esta noticia, además de como obituario, sirve para poner de manifiesto algo que seguro que sabe el lector de estas líneas: un león no es un jodido animal de compañía. Ni tampoco es Simba.
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